
“What the EGG!?” gritó uno de mis alumnos de 5 años, provocando una carcajada colectiva alrededor de la mesa de juegos.
“What the EGG!?” le respondí yo, levantando dos montones de huevos plastificados ordenados por tamaño. Están haciendo el payasete y están cansados, pensé; mejor dejar que se rían un poco. Fuimos turnándonos para gritar cosas sobre huevos y reírnos hasta que, por fin, estuvimos todos listos para concentrarnos en la importantísima tarea de hacer nuestras comidas favoritas con plastilina.
Fue uno de esos momentos de La Casita que llenan los pasillos con la música de la infancia, una melodía familiar para todos nosotros, aunque demasiadas veces inaccesible en nuestros estresantes mundos adultos. Me fui a casa encantado y, sinceramente, estuve pensando en ello toda la noche.
Pero un par de semanas después, aquella breve interacción se había desvanecido en la oscuridad de mi memoria a largo plazo, desplazada por la emoción y la concentración que exige nuestra semana mensual de cocina. Había una electricidad palpable en los murmullos de mis Hunny Bunnies, con una palabra destacando por encima de todas las demás: “Cupcakes!”. Empezamos genial, hablando de los ingredientes, cantando y cantando nuestra canción de mezclar, con sonrisas alrededor de la mesa.
A medida que iba sacando cada ingrediente, la conversación era algo así:
Yo: “Add the vanilla!”
Clase: “Add the vanilla! Me please!”
Yo: “Can I add the oil?”
Clase: “Can I add the oil?”
Yo: “Please can I add the milk?”
Clase: “Please can I add the milk?”
Yo: “Please can I add the–”
Clase: “PLEASE CAN I ADD THE EGG!” [Risas]
¿Cómo es posible que se acuerden todos de la palabra egg?, pensé. ¡Si eso fue hace dos semanas!
El cerebro infantil puede ser una máquina maravillosamente misteriosa, pero para las familias curiosas, la ciencia puede ayudarnos a entender por qué esta clase de Hunny Bunnies probablemente recordará los huevos para siempre.
La memoria en pocas palabras
La memoria es, en sí misma, un mecanismo de supervivencia. Evolucionó en nuestra especie a partir de la necesidad de recordar aquello que podía hacernos daño, y por eso muchas personas nacen con miedo a serpientes, arañas, osos u otras criaturas potencialmente letales (Tyng et al., 2017). Si comes algo que te provoca una intoxicación alimentaria, lo más probable es que con una sola experiencia tengas suficiente para rechazar ese alimento durante muuuucho tiempo.
Pero los huevos no son animales salvajes peligrosos. Mis Hunny Bunnies no tienen miedo a los huevos. Los huevos son solo… huevos.
La clave está en que la parte de nuestro cerebro, la amígdala, que se activa cuando sentimos miedo, también se activa cuando experimentamos emociones intensamente positivas (McGaugh, 2004; Qasim et al., 2023). ¿Alguna vez has visto una película tan terrorífica que casi te hace reír?
Básicamente, cuando vivimos emociones intensas, buenas o malas, nuestro cuerpo se inunda de adrenalina. El sistema nervioso detecta ese cambio hormonal en la sangre y envía mensajes al cerebro, en particular a la amígdala y al hipocampo, para codificar aquello a lo que estamos prestando atención en la memoria a largo plazo (Szeska et al., 2025).
Es más fácil recordar experiencias emocionales
¿Qué recuerdas mejor: la primera vez que te enamoraste o las funciones trigonométricas de tu clase de matemáticas del instituto?
A toro pasado, puede que ahora veas claro que la primera vez que te enamoraste fue más importante porque la recuerdas años después. Pero eso no significa que, cuando éramos adolescentes, no estuviéramos intentando conscientemente memorizar esas dichosas fórmulas de “the slope of the tangent line when sin-theta equals blah-blah-blah”… La realidad es que nuestro cerebro emocional (por ejemplo, la amígdala) probablemente no tenía ningún interés en esas ecuaciones, aunque nuestro cerebro racional (por ejemplo, la corteza prefrontal) sí lo tuviera.
En otras palabras, el cerebro utiliza la biología de la emoción para decidir automáticamente qué es importante recordar (Qasim et al., 2023). Cuando mis Hunny Bunnies se desternillaron de risa con “What the EGG!?”, es muy posible que, sin saberlo, estuvieran preparando su cerebro para transferir ese vocabulario a la memoria a largo plazo (Kralova et al., 2022). Precisamente por eso el modelo de aprendizaje basado en el juego e interaccionista de La Casita es tan eficaz: convierte el aprendizaje del idioma en una experiencia emocionalmente rica, lo que lo hace más automático (¡y más divertido!) para nuestros alumnos.
El enfoque de aprendizaje de La Casita
Los niños aprenden a hablar su lengua materna de forma natural porque es el vehículo con el que experimentan e interactúan con las personas que les rodean. En La Casita hacemos exactamente lo mismo con el inglés. Al fomentar carcajadas, juego social y experiencias compartidas en lugar de repeticiones forzadas e individuales, evitamos el mismo problema que seguramente tuviste con la trigonometría. Aprovechamos los mecanismos automáticos del cerebro que hacen que aprender un idioma sea mucho más fácil y motivador para los niños.
Aquí va una idea: ¿por qué no empezar a asociar el inglés con las cosas favoritas de tus hijos? Cuando se están riendo, gritando o saltando de alegría, ese es el momento perfecto para introducir vocabulario en inglés. ¿Estáis en una montaña rusa? Grita “I’m scared!”. ¿Animando a vuestro equipo de fútbol favorito? “Let’s go!”. ¿Acaba de salir un nuevo episodio de KPop Demon Hunters? “I can’t wait!”.
Estos pequeños momentos, repetidos con frecuencia, no solo reforzarán la memoria de tu hijo, sino que también le mostrarán que el inglés no es solo algo que se estudia, se memoriza y se perfecciona para sacar notas. Sin darte cuenta, su inglés empezará a hatch (¿ves lo que he hecho ahí?) por sí solo.
Luke Forrester es profesor nativo de inglés en La Casita de Inglés Poblenou. Además, es bailarín, poeta, bloguero y un apasionado del aprendizaje de idiomas. Puedes conocer más sobre nuestros profesores aquí.
Nota final
¡Bienvenidos! Si acabas de llegar a la familia de La Casita de Inglés y te apetece probar una de nuestras clases de forma gratuita, haz clic aquí para inscribirte. ¡Esperamos conocerte muy pronto!
Referencias
Kralová, Z., Kamenická, J., & Tirpáková, A. (2022). Positive emotional stimuli in teaching foreign language vocabulary. System, 104, 102678. https://doi.org/10.1016/j.system.2021.102678
McGaugh, J. L. (2004). The amygdala modulates the consolidation of memories of emotionally arousing experiences. Annual Review of Neuroscience, 27, 1–28. https://doi.org/10.1146/annurev.neuro.27.070203.144157
Qasim, S. E., Mohan, U. R., Stein, J. M., & Jacobs, J. (2023). Neuronal activity in the human amygdala and hippocampus enhances emotional memory encoding. Nature Human Behaviour, 7(5), 515–525. https://doi.org/10.1038/s41562-022-01502-8
Szeska, C., Ventura-Bort, C., Giraudier, M., & Weymar, M. (2025). A vagal route to memory: Evidence from invasive and non-invasive electrical vagus nerve stimulation studies and areas for future clinical application. Frontiers in Human Neuroscience, 19, 1595737. https://doi.org/10.3389/fnhum.2025.1595737Tyng, C. M., Amin, H. U., Saad, M. N. M., & Malik, A. S. (2017). The influences of emotion on learning and memory. Frontiers in Psychology, 8, 1454. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2017.01454